domingo, 30 de diciembre de 2012

PROGRESISMO ES DINERO*

El mundo progre estuvo encantado (feliz de la vida, en realidad), cuando se supo que Hebe Pastor de Bonafini había adoptado casi como un hijo a Sergio Schoklender. ¿Has visto, Martita, qué bien?, se decían las vecinas. Despojada de todo prejuicio, la dulce Madre de Plaza de Mayo que supuestamente perdió sus hijos durante la dictadura, quería adoptarlo como propio. Todo un acto de amor, ¿vio? Para peor, transgresor, porque mire que venir a adoptar una madre, justamente a un muchacho que había matado a los suyos en circunstancias tan sangrientas. Ante cualquier pensamiento malsano, la mayoría se inclinaba por poner el acento en la redención, al final de cuentas Schoklender ya había pagado su deuda con la sociedad, la cárcel sirve pasa eso, ¿no?

Pero el hombre sólo quería plata, dinero, mosca, biyuya, coshque. Los billetes contantes y sonantes, como se vio mucho después, cuando la situación se hizo tan insostenible y los desmanejos eran tan evidentes que hubo que echar mano del último recurso que quedaba, echar de la casa al hijo, acusarlo de haber sido el único culpable y argumentar que en realidad había estafado a las pobres viejitas que un mal día confiaron en un maligno estafador. En adelante las dulces ancianas empezaron a tratarlo como el parricida. Ya no lo nombran, ahora es simplemente el parricida.

Pero, vamos, el que avisa no es traidor, con la historia que los hermanos Schoklender traían encima, lo dudoso hubiera sido que se comportaran de otra manera. Mucho más en una posición como la que los pusieron, administradores de una empresa que usufructuaría de contratos con el Estado sin pasar por una previa licitación o concurso de precios. “Si se atrasaban los pagos, hablábamos con Néstor y problema solucionado”, ha confesado hace poco el parricida. Era una cuestión de amigos, che.

En esta parte del planeta, la humanidad ha venido a dar con una de las verdades fundamentales de la vida, que el hombre se mueve por dinero, dinero y solamente dinero. Ni el amor ni el odio, ni la religión ni el ateísmo, ni una mujer ni su recuerdo. Ni mucho menos un partido, una ideología, haga el favor, a quién se le ocurre. Solamente estando loco alguien se dejaría matar para defender los sacrosantos derechos del mercado liberal o porque alguien no acató la ley de la justa repartija de los excedentes de la producción entre los trabajadores. Ni por John Maynard Keynes ni por Karl Marx.

Mucho menos por el pobre discurso progresista que ofrecen los rejuntados actuales, menemistas culposos, frepasistas pre y post chachistas, radicales de Yrigoyen, de Balbín y ¡de Fernando de la Rúa!, viejos duhaldo menemistas y modernos duhaldistas puros, abortistas convencidos de todos los abortos menos del suyo propio, socialistas de la primera, la segunda y la tercera hora, eutanasistas filo nazis aunque no lo reconozcn, viejos jefes de la Side devenidos en gobernadores rionegrinos, alfonsinistas del padre, del hijo y del Espíritu Santo, antiguos montoneros arrepentidos y arrepentidos de su arrepentimiento, verdaderos y falsos gays, lesbianas, lesbianos, transexuales y todas las variantes habidas y las que falta clasificar todavía, periodistas que escribían prólogos para libros de militares aeronáuticos, erpianos que se quedaron sin una Cuba que los apoye.

Todos van por la plata, por el dinero, la biyuya, los mangos, el dinero. La guita, en una palabra. Porque si no, no se cree lo de Amado Boudou, que pasó del liberalismo de la Unión de Centro Democrático, al más puro kirchnerismo, sin ninguna escala en algún tipo de arrepentimiento. Sin que nadie le reclame cómo hizo para pensar tan distinto de un día para el otro, qué libros leyó, quiénes lo convencieron tan rápidamente, qué vio en este gobierno que lo obnubiló de tal manera que, de un día para otro, pasó a esconder todos los libros de Adam Smith bajo la mesita de luz del departamento de Puerto Madero.

Todos están por la plata. Si no, no se explicaría que tantas oficinas de derechos humanos premien -con dinero, ¡obvio, amigo!, nadie quiere medallas o condecoraciones- a quienes también atentaron contra la democracia sacrosanta que gobernaba el país entre el 73 y el 76. Damnificados por el bombardeo a Plaza de Mayo en 1955, hagan fila por aquí así pasan a cobrar por aquella ventanilla. Primos segundos de un amigo que desapareció en el 77 pero que finalmente estaba vivo, en la ventanilla de más allá.

Cada vez que aparece un damnificado de aquellos años, gordo, pelado, carcomido por los años, el Estado ya sabe que tiene que desenfundar la billetera. La asignación universal progresista alcanza para todos. Hay manteca para tirar al techo. ¿Usted hizo la conscripción y dice que un cabo lo miraba mal? Venga mañana, inicie un expediente y el mes que viene lo hacemos cobrar. ¿Una vez lo hizo hacer salto de rana? Doble indemnización entonces.

Los progresistas argentinos solamente quieren dinero, ni revolución ni patria socialista, ni mucho menos, muerte a la oligarquía.

Ahora la oligarquía son ellos.

                                                                    Nestor Nuñez

*Publicado en revista "Milo", Nº 4; Octubre del 2011

viernes, 14 de diciembre de 2012

EDITORIAL MILO Nº 4

ANTE LAS PROXIMAS ELECCIONES

Este 23 de octubre el pueblo concurrirá nuevamente a las urnas; de modo que una vez más tendremos que soportar ese carnaval obsceno y oneroso que la partidocracia nos impone periódicamente.

 Conforme lo dicta el mito de la Soberanía Popular -según el cual el origen del poder y de la autoridad radica en la multitud-, los candidatos que resulten elegidos estarán legitimados de ahí en mas para hacer lo que se les venga en ganas, así sea derogar la ley de gravedad; y sin lugar a dudas serán los más idóneos gestores del Bien Común, dado que como es sabido “el pueblo jamás se equivoca”.

En realidad aunque resulte antipático tenemos que decir lo que siempre decimos en estas oportunidades: que el electorado será engañado y manipulado.

Como en cada elección, se le hará creer al pueblo que es el soberano, que elige de verdad, que ejerce el gobierno a través de sus representantes, y que estos obedecen un mandato popular.

Nada de eso es cierto. Ni existe tal soberanía, ni hay verdadera libertad de elección. Todo esta viciado por el engaño y la extorsión; y todas las opciones que se le presentan al ciudadano no son otra cosa que más de lo mismo.

Nadie que no salga de las mafias partidocraticas tiene en este Sistema opción alguna de ser elegido. Ese es el modo por el cual una casta oligárquica de gobernantes irrepresentativos se asegura la permanencia en el poder, y la impunidad para consumar toda clase de latrocinios y tropelías en nombre del pueblo.

Y no solo eso, con este aval electoral los sátrapas que nos gobiernan también se consideran legitimados para terminar de descristianizar al país imponiendo una serie de leyes impías y contrarias al derecho natural; como ser la legalización del aborto.

 Si triunfa el oficialismo, como parece ser que sucederá, la profundización de la decadencia moral, el robo, y la entrega del patrimonio a la usura internacional; estará garantizada

Por otro lado el arco pseudopositor, que va desde el liberalismo macrista al socialismo de Binner, pasando por el socialdemócrata Alfonsin (h), ni siquiera tiene diferencias accidentales con el gobierno, solo espera recoger algunas migajas del festín de los triunfadores.

Tampoco el llamado peronismo federal –en evidente descomposición- representa algo que minimamente valga la pena, su difusa percepción de lo nacional se esfuma y se malogra por la innobleza de sus dirigentes.

Por su parte la ultraizquierda - un rejunte de sectas burocráticas y electoraleras-, solo tiene para exhibir su fracaso histórico y su dialéctica funcional al Sistema.

Con este panorama no hay dudas que pasado el ritual electoral todo ira de mal en peor.

Por supuesto que más allá de cualquier resultado los portavoces del Sistema dirán que los más importantes fue que la participación del electorado sirvió para fortalecer las instituciones y consolidar la democracia. En otra palabras, que en nada importa que los vencedores de la carnestolenda electoral sean unos tránsfugas delincuentes y vendepatrias; lo importante es que con cada elección se consolida la democracia y que de ese modo el ciudadano puede seguir votando y eligiendo indefectiblemente a los sucesivos crápulas que los gobernaran in secula seculorum.

Y es cierto que votar consolida al Sistema, y ello por la sencilla razón de que no existe ninguna opción que no sea una variante más de aquella que ya nos gobierna.

Todos los candidatos son expresiones mas o menos matizadas de una oligarquía antinacional que nos impuso un modelo de país dependiente de la usura internacional, sin identidad, saqueado, y sin un autentico régimen representativo.

Pero también es cierto que el mero voto en blanco, o la abstención, tampoco pone en peligro al Sistema, por la sencilla razón que nadie lo tiene en cuenta. Por más que medio electorado no vote, el Régimen sencillamente no registra este dato.

El voto negativo –por más alto que sea- no constituye ninguna opción si no existe una estructura orgánica que lo encuadre y lo conduzca en algún sentido.

Cuando se utilizó esta medida siempre fue transitoriamente y como expresión de una organización que lo encarnaba. Tal el caso de Hipolito Yrigoyen que se valió de la abstención electoral como medio de repudiar al régimen fraudulento y le dio a este recurso el carácter de una verdadera resistencia civil contra la opresión, lo que a la postre le otorgó el triunfo.

Solamente así tiene sentido este recurso. Es decir el voto en blanco o la abstención solo sirve si es promovido por una organización que lo encauza, y que puede reclamarlo como un capital propio.

Por ello desde aquí celebramos y apoyamos la iniciativa de nuestros camaradas de la Red Patriótica que están llevando a cabo una abstención militante y revolucionaria. Por que cuando no hay un Bien para elegir, lo que cuadra es no elegir nada.

                                                   Edgardo Atilio Moreno