El caso de la República Argentina nos debe convocar a todos los argentinos con necesidad y urgencia a revertir el proceso de degradación institucional y social que padecemos y que nos conduce inexorablemente a la total desintegración del estado nacional.
Nuestra Patria sufrió dos contiendas bélicas en un corto plazo (1974-1982), las que no solo afectaron su integridad territorial (se pudo perder la provincia de Tucumán, se perdieron las islas del Canal de Beagle, y Malvinas sigue siendo una deuda), sino también nuestra identidad nacional al tratársenos de imponer doctrinas materialistas que nada tienen que ver con la heredad hispánica y católica cimentada a lo largo de los años por nuestros próceres.
La impronta que caracterizó a una Argentina altiva y orgullosa no podía ser tolerada por los grandes poderes mundiales, económicos y financieros, ni por las políticas imperiales angloamericanas.
Es así que un movimiento de pinzas, por derecha y por izquierda cercó a nuestro país procurando la apostasía de los argentinos a través de una contracultura que afecta los cimientos esenciales sobre los cuales se construyó la argentinidad. Esta "maniobra convergente" fue respondida con una victoria militar contra el terrorismo marxista, pero la traición del "mundo occidental y cristiano" (¿?) transformó aquella en una derrota política.
Se logró de este modo uno de los objetivos pergeñados por los grandes poderes internacionales: la claudicación o traición de la clase dirigente argentina, el deterioro de sus instituciones y un real estado de indefensión materializado en el desguace espiritual y material de las fuerzas armadas, así como la hipoteca del futuro de nuestros hijos y nietos a partir del sometimiento al poder internacional del dinero.
A esto se le suman las políticas educativas y comunicacionales que mutilan el espíritu de nuestros jóvenes, negando el sentido heroico de la vida y sumergiendo la esencia trascendente del criollo, estéril y permeable a las modas y designios imperiales.
Es el gramscismo que declamatoriamente se define como progresista pero que deforma al educando privándolo de los valores que le permitirán el verdadero progreso y que trasvasa la admiración que merecen los genuinos próceres de nuestra nacionalidad a nuevos paradigmas “maradonianos" o el heroísmo banal, estupidizante que surge de la gesta de "Gran Hermano".
Y aunque parece que ya hemos perdido el tren de la historia esta a veces suele ser benévola y todavía puede brindarnos otra formación ferroviaria que nos permitirá continuar aun tardíamente el proyecto de las naciones hacia el futuro. Ojala asi sea, aunque todo indica que nuestros dirigentes dejan pasar el tren sencillamente por que no saben donde se encuentra la estación para abordarlo; sumergidos en el aquelarre electoralista, la corrupción, los proyectos de infraestructura efímeros, que constituyen en realidad buenos negocios para algunos; poco interés tienen estos en el destino del país.
De modo pues que esta en nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes el desafió de darnos cuenta de la profunda crisis que vive nuestro país; así como las falencias del Sistema, y tomar conciencia de que lo que se esta jugando es mas que un pedazo de tierra, es nuestra existencia como Nación; es nuestro Ser Nacional el que esta en peligro.
Entonces, "pongamos al sol por testigo", como dijera nuestro Libertador en Maipú y vayamos hacia adelante porque la batalla es nuestra...y la victoria solo es de DIOS.
Dr. Mario A. Corvalán
*Publicado en revista "Milo" Nº 3, Agosto del 2011