Grandes líderes
políticos y militares de la talla de Julio Cesar, Napoleón, Hitler, Mussolini,
hasta Perón entre otros, han buscado afanosamente construir su poder sobre la
base de sus victorias tanto en la guerra como en la paz, partiendo de
estructuras sociales hastiadas de la opresión oligárquica y de tener que
soportar la afanosa carga del desprestigio del espíritu de amor a la patria. Lo
que no fueron capaces de entender, más allá de la genialidad de su capacidad de
liderazgo y carisma, es que el verdadero poder no nace por la grandeza en si
misma, sino del reconocimiento de la Soberania Divina ,
y de la pequeñez de quienes lo sustentan.
Para ser grande
“hay que volverse pequeño” dice el Señor, porque el autentico poder no es el
que deslumbra para luego desaparecer, sino aquel que perdura en el tiempo
aunque sea una lánguida luz en las tinieblas.
Cristo, es Rey no
solo por que es Dios, sino porque nos redimió, venció a la muerte y su
luz perdura en el corazón de los más humildes, quienes creyeron en su palabra
para luego salir a evangelizar. El Reino de los Cielos, esta en el corazón de cada
hombre sabio, justo y humilde, y nunca existirá un reinado humano que lo
sustituya.
En el pasado, se aceptaba que el poder era
una facultad conferida por Dios, a quienes luego tendrán
la responsabilidad de rendir cuentas ante el altísimo del uso del mismo, pero
esta perspectiva cambia con el laicismo, y ahora es el Pueblo quien confiere el poder a su líder para que lo use de la
manera más apropiada. Por lo tanto el líder, ya no le temerá a Dios quien lo
juzgará por sus actos, sino más bien al pueblo que se considera dueño de una soberanía que se atreve a ir en contra de los derechos del Creador.
En realidad es Dios quien con su
infinita sabiduría confiere el Poder
–sea directamente a una persona o indirectamente al Pueblo- pero siempre bajo
el sistema de gobierno que fuere, la relación entre el gobernante y Dios esta estrechamente ligada.
En la actualidad,
la base del poder se sistematiza mediante una única doctrina política basada en
una forma de gobierno, heredada de un pueblo pagano como el griego, y que es la
democracia, pero a diferencia de la ateniense que era oligárquica, esta es más
peligrosa porque su tándem son las masas idiotizadas.
Así se desemboca en el sufragio universal inorgánico,
es decir de todos, sin distinciones de actividad,
arraigo, o raíces culturales e históricas, por lo que por ejemplo en el
momento de votar, el sufragio universal abarca desde un argentino nativo, hasta
un boliviano, paraguayo o de cualquier otro país, que por su mera
nacionalización, ya están en los mismas condiciones “soberanas” para hacerlo,
por lo que tenemos así una pluralidad de
intereses que pueden resultar ajenos a nuestro sentimiento nacional y
cristiano.
Cabe aclarar que no es lo mismo
soberanía popular que nacional. La
primera considera que el Pueblo es la fuente de todo poder, independientemente
de Dios. La segunda hace referencia al derecho de autodeterminación de una
nación respecto de otra. Por esta sencilla razón el nacionalismo es
el fiel reflejo de quienes han nacido y no “aterrizado” en suelo argentino, han
mamado su historia, su cultura y principalmente su religión, heredada por
España, que es la cristiana.
Es decir, que
cuando se habla en definitiva de soberanía
hay que tener presente primero que Dios es la fuente de todo poder, y luego que
un pueblo legítimamente soberano se conforma por hombres amantes de Dios y de la Patria ; o sea de personas
que desde la niñez han sido preparadas para inclusive ofrendar su propia
vida por los demás, en defensa de la soberanía nacional.
El gobernante
justo, con el don de autoridad conferida por Dios a través de los más pequeños,
es un auténtico portador del poder de Cristo, y será Este quien reinará sobre
todos, es decir sobre los gobernantes y los gobernados.
Pero sabemos que
aún no es el momento de la segunda venida de aquél que juzgará los merecedores
de sentarse a la “derecha” de Dios Padre, más bien es tiempo de las
corporaciones o lobbys entreguistas y cipayos, que movidos por el dinero han
creado una cultura sedienta de la grandeza humana a costa de los más débiles;
fervientes defensores de lo anticristiano como el derecho al aborto, al
matrimonio homosexual, a la eutanasia o “muerte digna”. Son los que en
definitiva, serán desplazados a la “izquierda” del Padre Celestial.
Si los
nacionalistas no entendemos el significado del poder, desde el servicio y la
humildad, sin llenarnos la boca con las grandezas de hombres notables, pero
humanas al fin, no encontraremos al verdadero aliado que nos conducirá a la victoria
y reconquista de nuestra Patria Argentina que es Cristo Rey.
C.P.N. Enrique Marañon (h)
*Publicado en revista Milo N°5, diciembre del 2011.
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