La paliza electoral que recibió el
presidente Mauricio Macri en las pasadas elecciones del 11 de agosto acelera la
inevitable catástrofe que se cierne sobre nuestra Patria.
Su gobierno fue sin lugar a dudas el
más cipayo e inepto que tuvo la Argentina desde el advenimiento de la
democracia en 1983. Este infame galardón bien merecido no es poca cosa habida
cuenta que todos los gobiernos de la partidocracia argentina revisten esa
calidad. Había que poner mucho esmero para superar a un Carlos Saul Menem o a
un De La Rua, por ejemplo, y Macri lo hizo.
En efecto, este hombre no fue en
realidad un presidente si no un mero gerente administrativo de la oligarquía
financiera internacional en nuestro país; y como un típico político del Sistema
de Dominación imperante, lo único que hizo es gobernar en contra de los
intereses nacionales y del bien común.
Durante su gestión, se cumplió a
rajatabla con toda la agenda del Poder Mundial para la Argentina. En el orden
cultural, se llevaron adelante todas las exigencias del imperialismo
demográfico, planificado por la plutocracia internacional: se promovió el
aborto, la ideología de género, la homosexualidad desde la niñez, la
anticoncepción, etc., etc. Mientras que en el orden económico se profundizó el
desmantelamiento del aparato productivo del país, la transferencia de nuestros
riquezas naturales al exterior, el endeudamiento externo adquirió dimensiones
descomunales y se facilitó la fuga cataclismica de capitales con la especulación
financiera.
No pretendemos hacer aquí un racconto exhaustivo de la obra de este
perfecto cipayo pero vale la pena recordar, por ejemplo, que desde que inició
su gobierno llevó adelante una política de endeudamiento, ajuste y entrega.
Asumió prometiendo que, luego de arreglar con los fondos buitres y de levantar
el cepo cambiario, nos llegaría una lluvia de inversiones y lo único que llegó
fue el crecimiento del déficit fiscal, el derrumbe industrial y la bicicleta financiera.
A mediados del 2017 tuvo el descaro
de enviar once toneladas de oro (462 millones de dólares) de las reservas del
Banco Central a Londres, con el pretexto de obtener un mejor rendimiento de las
mismas, a sabiendas de que los piratas que usurpan nuestras islas, ante
cualquier evento o crisis se negaran a devolverlo, tal como están haciendo con
los 1200 millones de dólares en oro que el gobierno venezolano tenia
depositados allí.
Su política de gobernar con deuda
llevó al país al colapso económico y al borde de la quiebra. Y recientemente,
ante una inminente caída en default
salió nuevamente a pedir más “ayuda” a la usura internacional, y así contrajo
una deuda con el F.M.I. de 57 mil millones de dólares que una vez más volcó en
el mercado a bajo precio –con la excusa de parar la suba del dólar- para que
los especuladores financieros los compren y luego los cambien ganando sumas
extraordinarias.
En definitiva este hombre fue un
verdadero desastre para los argentinos; por eso no es de extrañar su contundente
derrota electoral frente a la banda delincuencial del kirchnerismo resucitado.
Pero además también hay que decir que
como empleado de la Plutocracia mundial tampoco supo ser muy eficiente, en
tanto y en cuanto no pudo cumplir con todo lo que se le exigió en lo relativo
al ajuste de nuestra economía. Es por eso que hoy ha perdido el apoyo de sus
mandantes y estos han elegido ya a quien tendrá la misión de reemplazarlo, para continuar
la obra y para que la libra de carne de
los usureros esté asegurada.
En vista de ese recambio gerencial es
que la multi-procesada ex presidente Cristina Fernandez tuvo a bien cantar la
palinodia, retractándose públicamente por el acuerdo con Iran, diciendo que todo
fue un error y que no tuvo en cuenta los grandes intereses geopolíticos en
juego. En otras palabras, le dijo al Poder Mundial: “perdónenme, no lo volveré a hacer, déjenme volver”. Y por si eso fuera poco, para mayor garantía lo
puso como candidato a presidente a su ex detractor Alberto Fernandez, un hombre
absolutamente confiable para el stablishment.
Por supuesto que nada de todo esto
nos sorprende en lo más mínimo. Los nacionalistas venimos diciendo hace rato
que el macrismo y el kirchnerismo son dos caras de la misma moneda; pues ambos
obedecen puntualmente a la oligarquía financiera internacional que nos mantiene
degradados, empobrecidos y sometidos. No en vano esa supuesta oposición regiminosa
aprobó todas y cada una de las leyes que el macrismo presentó al Congreso. Esto
es así ya que más allá de sus diferentes estilos y matices, cada uno de ellos
representa a una de las pinzas con que nos atenaza el Poder Mundial y ambos
responden a la dialéctica para giles que aplica este Sistema o Régimen de Dominación,
que maneja simultánea o sucesivamente tanto a las fuerzas políticas de
izquierda como a las de derecha, al oficialismo gobernante y a la oposición, al
marxismo y al capitalismo, al progresismo y al neoliberalismo, etc.
De modo pues que quien quiera que sea
que asuma el gobierno el 11 de diciembre el escenario será el mismo. Se
cumplirá a rajatabla con las exigencias de la usura internacional y habremos
dado un paso más hacia nuestra desaparición como nación.
Habrá que ver ahora de qué modo se
atraviesa una transición por demás peligrosa, y si la situación no se
descontrola y el pueblo termina saliendo a la calle como en la crisis del 2001,
pidiendo que se vayan todos. Si esto llegara a suceder la pregunta es ¿estará
el nacionalismo organizado como para influir en los acontecimientos de modo tal
de que todo se encamine a una solución verdadera y a la recuperación de nuestra
soberanía? Lamentablemente tenemos que reconocer que lo más probable es que no.
Sin embargo, si Dios nos ayuda, tal vez todavía tengamos alguna oportunidad. Al
parecer nuestro mensaje es cada vez más aceptado por los argentinos; tal vez entonces
el nacionalismo pueda convertirse de una vez por todas en un Movimiento político
con cuadros y dirigentes capaces de actuar en la arena política. Esperemos que así
sea y actuemos en consecuencia. El destino de la patria y la continuidad
histórica de nuestra nación así lo exigen.
Edgardo Atilio Moreno