Por: Exequiel Jimenez (Juventud del Circulo Nacionalista de Sgo del Estero)
La Real Academia Española
(RAE) define idiota como “tonto o corto de entendimiento”, entre
otras acepciones. Dicho esto pronto se verá lo adecuado de la palabra que
usamos en el título de esta nota. Ahora, sin más preámbulos, comencemos…
Nuestras queridas
compatriotas “pañuelos verdes” defienden
y enarbolan una causa supuestamente noble, popular y legítima (el feminismo); y
aparentemente lo hacen con argumentos razonables (como ser el de la igualdad de
derechos, la libertad individual, el derecho a elegir, etc etc.); sin embargo en
cuanto uno empieza a analizar su discurso salta a la vista la falacia de todos
ellos.
Ahora bien cuando se
les refutan sus dichos, parece que no entienden razones y repiten lo mismo una
y otra vez. De modo que es inevitable no atribuirles el adjetivo de idiotas. Claro
está que unas idiotas muy útiles, para ciertos sectores e intereses que nada
tienen de altruistas ni filántropos.
La principal necedad de
esta gente es negar que la vida humana comience en el momento de la concepción y
que por ende el feto es una persona humana. Pero además en su relato incurren
en numerosos otros errores e incoherencias que cualquier persona normal, sana,
y con dos dedos de frente se daría cuenta. Y sin embargo, han logrado persuadir
a no pocos incautos e ingenuos (la mayoría de ellos seguramente con algún tipo
de trauma o resentimiento) con los cuales han creado un colectivo de imbéciles y
maliciosos cuyo objetivo es lograr algo tan siniestro y criminal como el
supuesto derecho de las mujeres a matar a sus propios hijos en gestación.
¿Cómo
han logrado esto?
En primer lugar, es
necesario aclarar que ninguna de estas ideas no ha surgido en una villa miseria, o
en una toldería indígena, o en algún hogar de una buena ama de casa cansada de
la opresión patriarcal; y tampoco es una demanda de los sectores populares ni
marginales, de las cuales ellos dicen ser los portavoces.
Por el contrario, el
origen de las ideas de este feminismo radical, podemos encontrarlos en intelectuales
europeos aburguesados y resentidos como Simone de Beauvoir, una francesa que
odiaba la maternidad y que apoyaba la pedófilia (no muy diferente a la diputada
y feminista Vicky Donda) a quien se le atribuye la célebre frase “No se nace mujer, llega una a serlo”. Para
ella, no importa lo que el cuerpo trae naturalmente, las condiciones y
funciones biológicas propias de la mujer, sino lo que se construye. Es decir
que las personas son una tabla lisa o una hoja en blanco lista para ser
moldeadas por la cultura sin tener en cuenta para nada el dato biológico.
Como buena
existencialista- corriente filosófica que tiene como referente a quien fue su
pareja, Jean Paul Sartre- niega la naturaleza humana; el individuo se construye
a sí mismo a través de su libertad y no hay por lo tanto otra moral que la que
cada individuo se fabrica para sí.
Esta es la causa por la
cual las femicidas de hoy creen que tienen el derecho de matar a sus propios
hijos. Como su libertad mal entendida está por encima de todo (incluso por
encima del derecho a la vida del niño por nacer) conciben a este crimen atroz como
un acto noble de empoderamiento femenino. Ignoran y niegan la existencia
de
un orden natural que sirve como fundamento a las normas morales y a las
relaciones sociales.
Y de la misma manera que
se justifica el crimen del aborto, al no existir parámetros o criterios
universales cimentados en la realidad y la naturaleza humana, quienes adhieren
a la ideología de género, pueden “concebir” que son cualquier ente o cosa según
su capricho o delirio, hasta un perro no binario asexuado, todo es posible en
progrelandia.
Ante esta locura uno se
pregunta ¿Cómo fue posible que estas ideas hayan logrado convencer a tantas
personas? Evidentemente nada de esto fue espontaneo ni producto de la “sororidad” de unas chiquillas
malcriadas. Aquí esta detrás el Poder Internacional del Dinero y los organismos
del Poder Mundial que le responden. Sabido es que ninguna idea tan contraria al
sentido común como esta puede proliferar sin una buena financiación, sin medios
de comunicación masivos a disposición y sin un aparato educativo y cultural a
su servicio; y menos traspasar fronteras sin el aval de los poderosos del
mundo.
Pues bien, esta comprobadísimo
que la oligarquía financiera usurera es la que inyecta descomunales sumas de
dinero a todas estas organizaciones feministas aborteras, y a todas las
instituciones, gobiernos, ONGs, etc., que promueven el control de la natalidad
y la ideología de género.
Un ejemplo de esto es
la International Planned Parenthood Federation (IPPF), con la cual, el magnate
Jhon Davison Rockefeller III colaboró en 1952 con su fundación. Actualmente
esta institución filicida maneja 125 millones de dólares por año –algunos
fondos provienen de magnates como Bill Gates o la fundación Ford- de esa manera
se solventa a diferentes ramas del progresismo local, ya sean las verdes de “Católicas
por el derecho a decidir” o el Centro de Estudios Legales y Sociales (dirigida
por el ex montonero Vertbitsky).
Resulta interesante
resaltar también que estos grupos, en su mayoría izquierdistas, se presentan a sí
mismos como los embanderados de los pobres y excluidos. Sin embargo, la
precursora de todas estas clínicas abortistas fue una enfermera estadounidense
llamada Margaret Sanger, que, bajo sofismas o eufemismos, como el “derecho a decidir”, el “empoderamiento
a las mujeres” o “a menor cantidad de
hijos, más progreso económico” pregonaba el aborto, pero SOLO para mujeres
pobres, negras y mestizas.
Nada diferente a las
feministas de hoy, que bajo los mismos lemas esconden el mismo objetivo
eugenésico: que solo tengan hijos los más sanos y los que tengan mejores
condiciones económicas para subsistir.
Y como lo dijimos
anteriormente, otra de las herramientas que utilizan para legitimar estos actos
aberrantes es la manipulación del lenguaje, ya sea manipulando conceptos,
utilizando sofismas (razonamiento aparentemente científico pero que es falaz) o
eufemismos (usar palabras suaves o decorosas para encubrir actos horrendos).
Así al termino aborto las
feministas lo maquillan con la palabra “interrupción
voluntaria del embarazo”, haciendo hincapié por supuesto en “voluntario” para que se sobre entienda
que no se obliga a nadie a matar a su propio hijo, claro que al que obligan a
morir nadie lo consulta. En realidad la frase entera es una gran falacia porque
no se puede hablar de “interrupción del
embarazo”, dado que los embarazos no se “interrumpen”,; la interrupción es el cese transitorio de una
actividad para su posterior reanudación, y la muerte de un hijo en gestación no
es reversible ni posible de reanudar.
Aquí vemos como
utilizan las palabras mejor les convenga. Cambian los significados para evitar
explicitar la realidad o bien se inventan nuevas palabras, como “machirulo”, “homofóbico”, “transfobico”
o cualquier cosa que termine en “fóbico”, para silenciar a aquellos que osen
contradecirlas.
Claro ejemplo de esta
batalla semántica es el tan auspiciado lenguaje inclusivo, que de inclusivo no
tiene nada. No solo porque deja de lado a grupos que no les interesan (como por
ejemplo los sordomudos, los lisiados, etc) sino también porque se impone desde
arriba hacia abajo, desde una minoría a una mayoría que resulta estigmatizada
como fóbica (es decir enferma) o antiderecho.
Otra cosa también interesante
de destacar es que estos grupos feministas que hablan del “Estado opresor” no tienen ningún problema a imponer su ideología de
genero y su lenguaje “inclusivo” valiéndose
de ese mismo Estado.
Ahora bien, cuando
desde la RAE se desautoriza estos cambios ridículos y sin sentido en la lengua,
los pedantes ideólogos izquierdosos salen a decir que el lenguaje cambia con el
tiempo y que la Academia de la lengua no es quien para decirnos como hablar,
pero ellos sí nos tienen que decir como hacerlo.
Por cierto que los
idiomas cambian pero eso no quiere decir que la lengua no tenga normas que
deben respetarse; además esta evolución a la que aluden, se da de manera
natural y espontánea, no desde una cúpula psuedo intelectual minoritaria, que después
autoritariamente pretende expandirse en los institutos superiores de educación
(o mejor llamados centros de adoctrinamiento progresista) o imponerse en
organismos públicos (como pasó recientemente en el B.C.R.A.). Un ejemplo de los
cambios espontáneos en el lenguaje son los acentos o modismos, que se dan de
manera natural. Pues como dicen los que saben, cualquier variación en la
lengua, primero se da en lo fonológico y por último (después de muchísimo
tiempo), en lo gramatical. Todo lo contrario, a lo que pretenden hacer los
zurdos, que van desde lo gramatical (que es el último peldaño en donde puede
cambiar un lenguaje), a toda una nueva forma de hablar. Como se ve con el uso
de “lxs chiques” y “todes”.
Pero todo esto al
feminismo y a la ideología de genero le importa un cuerno. Ellos han venido a
enseñarnos que las palabras son sexistas y discriminatorias, que si decimos “niños”
somos unos malvados que discriminamos a las nenas; o que si decimos “todos” estamos
excluyendo a alguien; por lo tanto hay que decir “niñes”, “todes”, y otras
ridiculeces por el estilo. En definitiva, para estos imbéciles y arrogantes la casi
totalidad de los hispanohablantes de repente habla mal y de manera discriminatoria.
Estamos equivocados todos, menos ellos o “elles”.
En fin, como vemos el actual
feminismo radical solo tiene para argumentar una sarta de incoherencias y
estupideces que solo un puñado de tontos pueden creerse, es por eso que el título
de esta nota no exagera nada.