Por: Franco Abregu
(Juventud del Circulo Nacionalista de Santiago del Estero)
Quizás estos tiempos no sean los más indicados para
profundizar en el magisterio de los grandes maestros del pasado, puesto que no
queda mucho tiempo para salvar al país. De hacerlo algunos pensarían que
perdemos más tiempo del que ganamos. Pero como sabemos que para el obrar
prudente es necesaria la buena doctrina queremos traer a la escena a un gran
exponente del pensamiento tradicional, dentro de esa línea de intelectuales contrarrevolucionarios que tanta
tranquilidad dan al espíritu.
Sería bueno también, no contentarnos con el pequeño panteón
de autores que hoy levanta el nacionalismo y el pensamiento antiliberal y
antimarxista en general, sino ensancharlo constantemente, en la medida de lo
posible, por supuesto que sin pisar en falso, o sea sin elevar a ese sitio a
escritorzuelos heterodoxos y acomodaticios de dudosa doctrina.
Con esto no estamos diciendo que hay que dejar de
seguir leyendo a los grandes maestros de nuestro nacionalismo católico, que
nunca murieron en la mente de los avispados, séase un Jordán Bruno Genta, un
Julio Meinvielle, un Leonardo Castellani, o un Alberto Ezcurra Medrano;
simplemente creemos que hay que ampliar el repertorio, como decíamos arriba y
acudir a escritores y filósofos también muy provechosos.
La figura que pensamos rescatar aquí, pues creemos olvidada,
es nada más y nada menos que la del profesor Louis Jugnet.
Es bastante probable que los nacionalistas más
viejos hayan leído alguna de sus obras (en nuestro país se editaron
Psicoanalisis y Marxismo, Problemas y grandes corrientes de la filosofía;
Catolicismo, Fe y problema religioso) o que conozcan alguno de sus articulos en
periódicos y revistas (como la famosa Verbo o la francesa Itineraires) de índole católico - contrarrevolucionario y tradicionalista. Por otro
lado es también bastante probable que muchos ni siquiera lo hayan escuchado
nombrar.
Empezamos, pues. Jugnet nacio en Francia el 28 de
septiembre de 1913 y murió el 12 de febrero de 1973. Fue un notable filosofo
tomista que se dedicó la mayor parte de su vida a la enseñanza. Preparador de
alumnos para el famoso colegio Saint-Cyr, también enseñó en el curso Superior
de Letras, el último año del Liceo Pierre de Fermat y en el Instituto de
Estudios Políticos de Touluse, del cual fue profesor durante más de veinte
años. Tanto amigos como detractores
coinciden en que fue un hombre muy religioso y sobre todo un “enamorado de la
verdad”.
Su línea de pensamiento filosofico no podía ser otra
que la del más riguroso realismo aristotélico-tomista. Fue un gran defensor de
la ortodoxia de Santo Tomás de Aquino y le dio a su filosofía el lugar que
naturalmente le corresponde: espada y escudo de la Fe y de la verdad. Un día le
confesó a su amigo, el profesor Giraudon; “¿Para
qué escribir? Si lo esencial está en Santo Tomás de Aquino; es pues más
importante conducir a los demás a leer su obra que multiplicar las paráfrasis
de ésta; Se publica demasiado. Lo mejor pasa desapercibido”.
Eximio lector de Belloc, Chesterton, Claudel,
Maurras, Garrigou-Lagrange, entre muchos otros, Jugnet era también un admirador
ferviente del hispanismo, sabía de memoria las grandes hazañas del Alcázar de María y era simpatizante de
la causa carlista. De varios de sus favoritos sabía de memoria algunos pasajes
y versos, sabía hablar tres lenguas y leía cinco. Toda su vida intentó volcar
su conocimiento a la enseñanza, para servir de sostén a sus alumnos, sus
discípulos y sus camaradas. Marcel de
Corte nos relata, lacónicamente, que “Se
dedicó a preservar a las jóvenes inteligencias de las corrupciones del siglo”.
Por otro lado, ya en lo personal, su vida estuvo
llena de grandes martirios en lo espiritual, en lo familiar, en lo físico.
Sufrio mucho espiritualmente por su padre protestante, tuvo que soportar la
terrible perdida de su hija en un accidente, padecio enfermedades y problemas y
económicos, pero nunca abandono su vocación de predicar la verdad.
Su personalidad esta retratada en estas breves citas
que creemos describen al maestro:
“Jugnet fue un alma grande, mal servida por
un cuerpo sufriente que lo importunó toda su vida”
-R.P. Georges Delbos
“De vez en
cuando nacen sujetos privilegiados que han recibido de Dios el don de enseñar,
de hacer comprender, dotados de un agudo discernimiento, capaces de distinguir
en las diversas corrientes de pensamiento de su época sus consecuencias más o
menos lejanas. Louis Jugnet era de aquéllos… Su lema era veritas liberabit vos,
porque lo llevaba encarnado”
-Dr. Francois Lamason
“Jugnet es el
mejor profesor de filosofía de Francia, no a pesar de su tomismo, sino a causa de su tomismo”
-Georges Canguilhem;
profesor de la Sorbona, laicista y agnostico.
“Jugnet era un heleno. Como todos los hijos
de Atenas, había nacido “filósofo” y como la mayoría de entre ellos, los más
representativos de la raza, tenía naturalmente el sentido del orden y, por lo
tanto, de la belleza. Su intuición fundamental es indiscutiblemente el sentido
de lo real. Su filosofía es esencialmente una filosofía del ser en todas sus
dimensiones. La inclinación natural de su espíritu lo orientaba espontáneamente
hacia Aristóteles y Santo Tomás. No creo que Jugnet haya llegado a ser lo que
era a causa de ellos. Más bien, los eligió como guías en razón de lo que ya era”.
-R. P. Georges Delbos.
“Lo buscábamos
en todo momento, lo visitábamos para continuar las clases y él nos recibía en
su casa, rue Bonnat, en su pequeño escritorio, adornado con fotos de San Pío X
y de Maurras, nos había sentar en el único sillón, de espaldas a la ventana,
tomando él la silla del otro lado de la mesa. Luego de haber pedido con
diligencia noticas de nuestras familias y de nuestros amigos, se esforzaba por
contestar a las preguntas que le hacíamos. Por mi parte, lo consulté sobre
numerosos temas de historia y de ideas, sobre el jansenismo, el cartesianismo,
el mecanicismo, ¡Qué sé yo cuántos más! Decía lo que sabía, luego buscaba y
encontraba de inmediato en su biblioteca el libro o el documento que debía
completar la información. Debíamos leer acto continuo las páginas designadas, y
tomar notas. Comenzaba luego la gira panorámica. Pasábamos en revista los
hechos políticos y religiosos”
-Jean de Viguerie
Si bien Jugnet era un hombre contraído al estudio (devoraba
libro tas libro, revista tras revista) y a la enseñanza; se daba tiempo para,
llevar una amistad sincera con los grandes pensadores de su época y sobre todo
con los que hacían de la lucha por la verdad el pan de cada día Testimonio de
ello fue su amistad con el obispo tradicionalista Mons. Marcel Lefebvre y
con el gran teólogo argentino R.P. Julio Meinvielle, de quién evidenció haber
leído todas sus obras.
Tenía además Jugnet un gran olfato para ver venir
los problemas de su tiempo y denunciarlos, por eso pudo en cierta forma
profetizar la encíclica Humani Generis de Leon XIII con 10 años de
anticipación. Luego de la redacción de la misma, recibió disculpas de parte de
numerosos sectores católicos que lo veían como un loco exagerado.
Se ha alargado más de la cuenta esta semblanza y
habrá que dejar al lector con ganas de más, así que para ir terminando estas
líneas creo que debemos decir que la mejor definición de nuestro maestro es la
que el mismo cuando dijo: “Si me quieren
clasificar, por favor que sea dentro de la lista de filósofos católicos, metafísicos, católicos tradicionales,
contrarrevolucionarios y de formación escolástica”.
Sirva este pequeño espacio como homenaje a quien fue
un ejemplo de la lucha por la restauración de todo en Cristo. Hombres como
Jugnet no merecen pasar al olvido, y aquí una flor más para su mausoleo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarImpecable!!! Felicidades Camarada!!!
ResponderEliminarAllí en donde dice "Humani Generis de León XIII" debí poner Pío XII, recién me doy cuenta, jaja.
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