ANTE LAS PROXIMAS ELECCIONES
Este 23 de octubre el pueblo concurrirá nuevamente a las urnas; de modo que una vez más tendremos que soportar ese carnaval obsceno y oneroso que la partidocracia nos impone periódicamente.
Conforme lo dicta el mito de la Soberanía Popular -según el cual el origen del poder y de la autoridad radica en la multitud-, los candidatos que resulten elegidos estarán legitimados de ahí en mas para hacer lo que se les venga en ganas, así sea derogar la ley de gravedad; y sin lugar a dudas serán los más idóneos gestores del Bien Común, dado que como es sabido “el pueblo jamás se equivoca”.
En realidad aunque resulte antipático tenemos que decir lo que siempre decimos en estas oportunidades: que el electorado será engañado y manipulado.
Como en cada elección, se le hará creer al pueblo que es el soberano, que elige de verdad, que ejerce el gobierno a través de sus representantes, y que estos obedecen un mandato popular.
Nada de eso es cierto. Ni existe tal soberanía, ni hay verdadera libertad de elección. Todo esta viciado por el engaño y la extorsión; y todas las opciones que se le presentan al ciudadano no son otra cosa que más de lo mismo.
Nadie que no salga de las mafias partidocraticas tiene en este Sistema opción alguna de ser elegido. Ese es el modo por el cual una casta oligárquica de gobernantes irrepresentativos se asegura la permanencia en el poder, y la impunidad para consumar toda clase de latrocinios y tropelías en nombre del pueblo.
Y no solo eso, con este aval electoral los sátrapas que nos gobiernan también se consideran legitimados para terminar de descristianizar al país imponiendo una serie de leyes impías y contrarias al derecho natural; como ser la legalización del aborto.
Si triunfa el oficialismo, como parece ser que sucederá, la profundización de la decadencia moral, el robo, y la entrega del patrimonio a la usura internacional; estará garantizada
Por otro lado el arco pseudopositor, que va desde el liberalismo macrista al socialismo de Binner, pasando por el socialdemócrata Alfonsin (h), ni siquiera tiene diferencias accidentales con el gobierno, solo espera recoger algunas migajas del festín de los triunfadores.
Tampoco el llamado peronismo federal –en evidente descomposición- representa algo que minimamente valga la pena, su difusa percepción de lo nacional se esfuma y se malogra por la innobleza de sus dirigentes.
Por su parte la ultraizquierda - un rejunte de sectas burocráticas y electoraleras-, solo tiene para exhibir su fracaso histórico y su dialéctica funcional al Sistema.
Con este panorama no hay dudas que pasado el ritual electoral todo ira de mal en peor.
Por supuesto que más allá de cualquier resultado los portavoces del Sistema dirán que los más importantes fue que la participación del electorado sirvió para fortalecer las instituciones y consolidar la democracia. En otra palabras, que en nada importa que los vencedores de la carnestolenda electoral sean unos tránsfugas delincuentes y vendepatrias; lo importante es que con cada elección se consolida la democracia y que de ese modo el ciudadano puede seguir votando y eligiendo indefectiblemente a los sucesivos crápulas que los gobernaran in secula seculorum.
Y es cierto que votar consolida al Sistema, y ello por la sencilla razón de que no existe ninguna opción que no sea una variante más de aquella que ya nos gobierna.
Todos los candidatos son expresiones mas o menos matizadas de una oligarquía antinacional que nos impuso un modelo de país dependiente de la usura internacional, sin identidad, saqueado, y sin un autentico régimen representativo.
Pero también es cierto que el mero voto en blanco, o la abstención, tampoco pone en peligro al Sistema, por la sencilla razón que nadie lo tiene en cuenta. Por más que medio electorado no vote, el Régimen sencillamente no registra este dato.
El voto negativo –por más alto que sea- no constituye ninguna opción si no existe una estructura orgánica que lo encuadre y lo conduzca en algún sentido.
Cuando se utilizó esta medida siempre fue transitoriamente y como expresión de una organización que lo encarnaba. Tal el caso de Hipolito Yrigoyen que se valió de la abstención electoral como medio de repudiar al régimen fraudulento y le dio a este recurso el carácter de una verdadera resistencia civil contra la opresión, lo que a la postre le otorgó el triunfo.
Solamente así tiene sentido este recurso. Es decir el voto en blanco o la abstención solo sirve si es promovido por una organización que lo encauza, y que puede reclamarlo como un capital propio.
Por ello desde aquí celebramos y apoyamos la iniciativa de nuestros camaradas de la Red Patriótica que están llevando a cabo una abstención militante y revolucionaria.
Por que cuando no hay un Bien para elegir, lo que cuadra es no elegir nada.
Edgardo Atilio Moreno
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