Los
amos del sistema financiero internacional y los capos del narcotráfico mundial son las
mismas personas. En cierta oportunidad se reveló que el comercio internacional
del narcotráfico es operado por la oligarquía financiera internacional como un
arma política en contra de las naciones soberanas y que una gran porción de la
banca internacional se dedica ex profeso al lavado de las ganancias que genera
ese tráfico ilegal.
Consideremos
por un momento el volumen del dinero en efectivo que los narcos reciben
cotidianamente en una zona metropolitana grande; no sólo la suma en dólares,
sino el volumen físico de los billetes chicos que la componen. El sólo manejo
del dinero es un problema enorme de logística, y, sin un sistema complejo del
lavado de dinero, el narcotráfico se asfixiaría en su propio dinero; además
sería demasiado obvio que los narcos le despacharan toneladas de billetes de
veinte dólares a sus amos de la city de Londres.
La
clave para lavar dinero es meterlo a los bancos lo antes posible, en el mercado
local. Un método consiste en crear cierto número de negocios, como
restaurantes, estacionamientos, casinos, concesiones deportivas y cosas por el
estilo que de por sí reciben grandes cantidades de dinero en efectivo. Luego,
el narco-dinero se mezcla con los ingresos del negocio y se deposita en sus
cuentas bancarias. Una vez que se mete en la banca, el dinero se puede
transferir alrededor el mundo a través de una maraña de bancos y cuentas.
El
papel de los bancos en el tráfico de drogas no es nada nuevo, emblemático es el
caso del principal banco inglés de la ex colonia de Hong Kong, el infame Hong
Kong and Shangai Bank que lava el dinero del opio y la heroína asiática.
Cuando
se decidió a emprender el negocio de producir cocaína y marihuana en
Iberoamérica, los bancos canadienses fueron los primeros en crear en las islas
caribeñas de la
Mancomunidad Británica la infraestructura bancaria
desregulada necesaria para financiar el narcotráfico y lavar las
utilidades.
Los
medios de comunicación quieren hacernos creer que el tráfico de la cocaína lo
dirigen los capos de los carteles colombianos y que el comercio del crack es
negocio de las pandillas de los barrios bajos, lo cual equivaldría a creer que
el cartel petrolero lo dirigen los concesionarios de gasolineras.
En
realidad, estos sujetos son eslabones intermedios o bien empleadillos de bajo
nivel y, por lo tanto, desechables. Para encontrar a quien regentea realmente
el negocio, hay que seguirle la pista al dinero a través de los bancos, a
través de los salones de juntas de narcotraficantes, los que ahí sesionan nunca
tocan las drogas, pero siempre se llevan el dinero.
Muchos
de los personajes que parecían tan poderosos en sus días, no fueron más que testaferros
del aparato del dinero sucio de la oligarquía financiera, manejados como
títeres para consumo público.
En
las raras excepciones en que los sorprenden lavando narco-dinero, los bancos
derraman lágrimas de cocodrilo y alegan que fueron engañados por astutos
narcotraficantes; si las pruebas son muy comprometedoras, culpan a los
empleados del nivel más bajo posible. Pero el hecho es que los bancos no sólo
manejan a sabiendas dinero sucio, sino que compiten ferozmente por el
negocio.
Actualmente
la humanidad se encuentra sumergida en una profunda crisis; el caos impera hoy
en día sobre la tierra. Toda la economía se haya envilecida. Los productores se
han puesto ellos mismos en manos de su mayor enemigo, el capital financiero.
Los creadores de valores en el taller, la fábrica y la oficina perciben un
mísero salario. Todo el orden moral y social colapsa a raíz de la difusión de
las drogas y la miseria
Si
la humanidad quiere sobrevivir solucionando la profunda crisis económica social
en que se encuentra, debe ponerle fin destruyendo al complot subversivo que
implementa la banca financiera internacional.
Dr. Mario Corvalan
*Publicado en revista Milo N° 6, marzo del 2012
Dr. Mario Corvalan
*Publicado en revista Milo N° 6, marzo del 2012
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