No nos hagamos ilusiones, el recientemente
electo presidente de esa Republica de herejes y masones ubicada al norte del
rio Bravo, Donald Trump, no es un político anti-Sistema, ni el sepulturero del
Atlantismo pro-sionista, como algunos creen.
Que no haya sido el favorito del establishment,
es otra cosa. Pero este nuevo ocupante de la Casa Blanca es un
hombre que vivió dentro del Sistema, y del Sistema. Y seguirá así; basta ver
sus antecedentes.
Lo que pasa es que este hombre es esencialmente
un pragmático, en el peor sentido del término, es decir una persona a quien en
nada le interesan el Bien o la Verdad y que hace solo lo que le conviene a sus
intereses. El pragmatismo fue su norma de conducta en la vida privada, y lo es
en la política.
Por eso en su campaña electoral hizo todo lo
que consideró que le era útil para llegar al poder; y ahora, no quepa ninguna
duda, que hará todo lo que sea necesario para conservarlo. De modo pues que no
existe ninguna posibilidad de que cumpla con sus promesas electorales, al menos
aquellas que podrían afectar la “estructura de poder mundial”.
Un ejemplo del pragmatismo de este
multimillonario atorrante es su postura
respecto al aborto. De un día para el otro, cuando pensó que le convenía ganarse
los votos de los norteamericanos pro-vida, dejó de ser abortista para
convertirse en antiabortista; por lo que no sería extraño que mañana mismo –a
tenor de las exigencias de la política- pueda volver a cambiar su opinión.
Y lo mismo en cuanto a la economía, las
finanzas, y la política internacional; en esto también todo huele a
oportunismo. En efecto, ante un cada vez más creciente número de personas
disconformes con el funcionamiento del Nuevo Orden Mundial; Trump tuvo la
perspicacia y –hay que reconocerlo- la osadía de lanzar algunas consignas
políticamente incorrectas; sin embargo no existe ninguna posibilidad de que
este vaya a cumplir con sus dichos, por la sencilla razón de que detrás suyo ya
se perfilan como miembros de su futuro gabinete reconocidos hombres del poder
financiero internacional y del sionismo.
Se dirá que Hillary Clinton, su contrincante en
la carrera presidencial, era de terror, que era el peor escenario. Es cierto,
esa bruja abortera fue la opción preferida de los banqueros y de la izquierda
progresista. Por algo los grandes medios de comunicación hicieron todo lo
posible para promocionarla y para defenestrar a Donald Trump.
Sin embargo se debe tener en cuenta que las
elites que conforman el Poder Mundial no ponen las fichas en un solo lado; actúan
siempre dialécticamente y controlan las opciones que se presentan dentro del
Sistema; de modo que gane quien gane su hegemonía se mantenga incólume. Por lo tanto
no parece posible que en esta oportunidad hayan abandonado un procedimiento que
siempre les dio resultado, menos en un momento en que la globalización unipolar
en la que estamos inmersos enfrenta el desafío del surgimiento de un mundo
multipolar, no es este el momento para que la plutocracia usuraria
internacional venga a perder el control del país que mejor sirve a sus
intereses. Eso no puede suceder, al menos tan fácilmente.
En definitiva, en nuestra opinión, el nuevo
presidente de los Estados Unidos no es más que una variante atípica del
Sistema, que en virtud de su pragmatismo esencial podrá alternar entre la
receta neoconservadora y la progresista pero eso sí, nunca “sacará los pies del
plato”.
Edgardo Atilio Moreno
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