¡Uy!, ¡uy!, ¡uy!, qué miedo, vuelven los masones, pero esta vez ya no vienen a comerse vivas a las viejas beatitas que van a misa, y no solamente porque ya no hay viejas beatitas y si las hay no van a misa, sino porque ahora vienen vestidos con otro traje, aunque todavía no se sabe bien qué traen bajo el poncho.
Casi como un chiste los diarios han comenzado a hablar de ellos con todo respeto, dicen que es una institución sin fines de lucro, con una determinación altruista, filantrópica. ¿Cómo los rotarios?, preguntan los desprevenidos. Sí, contestan desde adentro, pero nosotros tenemos un secretito que no te lo vamos a decir, a menos que sigas al pie de la letra nuestras instrucciones.
¡Vamos!, a quién quieren embromar a esta altura de la suaré. Digan qué se traen entre manos, muchachos. Porque, una de dos, o pretenden convertirse en una superestructura política y social para desde ahí hacer sus chanchullos, digamos como fueron en una época los demócratas cristianos en Santiago (también llamados demócrata cretinos, demonios cristianos o, directamente, la secta), en cuyo caso habría que desearles todo el éxito del mundo. O verdaderamente creen que la guerra que iniciaron en contra de la Iglesia y lo que ella defendía está lejos de ser ganada y entonces habría que suponer que no saben nada de historia o que nunca han visto un programa de televisión en el que aparezca algún cura, para darse cuenta de que esa batalla la ganaron hace mucho.
En una provincia que carece de una clase dirigente sólida, fuerte, extendida y numerosa, con instituciones constitucionales que por definición tienen una esencia débil, casi nula movilidad social, dependiente del tesoro nacional y con solamente dos o tres ricos muy ricos asomando la nariz por encima del resto, es lógico que un grupo de pensamiento desee constituirse en un factor de poder, se llame como se llame. Si no hay otros grupos al frente que atajen, a ese conjunto de gente -dadas las circunstancias- no le sería difícil llegar hasta las más altas instancias de poder en Santiago. Y mantenerse allí apelando a todos los recursos a su alcance, tal como lo hicieron los demócratas cristianos, durante un tiempo más o menos prolongado de épocas recientes. Debería ser gente cuyas conversaciones y decisiones sobrepasen el nivel de las tenidas del Rotary o el Club de Leones y vaya un poco más allá, buscando conseguir adeptos en el resbaloso campo de la política práctica, de los punteros ¡báh!
Porque lo otro es más difícil de creer. Reflotar el viejo espíritu de la masonería, sus guerras, sus fobias, sus cánticos a la paz universal y su refutación de los dogmas que verdaderamente interesan de la Iglesia, es tarea que cualquier obispo hoy la realiza mucho mejor que cualquier masón, digamos de la talla de Domingo Faustino Sarmiento. Además, ¿qué queda por demoler institucionalmente en la Iglesia o en la familia?
Pero hay algo más. Una condimento se podría agregar a este asunto. Y es el siguiente. Desde hace un tiempo los diarios de Buenos Aires y de las provincias, así, como al pasar, lanzan nuevas historias de la masonería, siempre resaltando que todos los presidentes anteriores a Hipólito Yrigoyen lo fueron, y José de San Martín también, como para que nadie se saque esa mecha repetida tantas veces que ya harta refutarla. Los diarios de provincia sacan a flote periódicamente las mismas historias. Es como si se hubiera iniciado una conscripción de nuevos masones. Aquí y allá surgen notas, casi siempre escritas con el candor de periodistas novatos, que ponen el grabador ante quien sea y luego vuelven a la redacción a desgrabar, casi sin ganas, como si fuera una notita más, la feria de platos de la parroquia, un curso de repostería, el parte de prensa de la municipalidad. Y en el medio ellos, los masones (¿qué?, ¿quiénes?, ¿qué son?, ¿tengo que presentar documento para hacerme?, ¿tienen obra social?, preguntan algunos).
Y no es lo mismo. No es como si el Lawn Tennis o el Jockey Club un día descubrieran que se han quedado sin socios y tienen que salir a la calle a buscarlos. No es casual que varios diarios y revistas al mismo tiempo comenzaran una recluta de adeptos, total, no pasa nada, ¿has visto, querida?, salen en los diarios y todo, así que el jueves voy.
Algo huele feo detrás de esta movida. Si alguien sabe qué es lo se viene, que avise. Nosotros, por las dudas, nos preparamos.
Néstor Núñez
* Publicado en revista Milo Nº 3, agosto del 2011
Sospechoso, todo tiene un tufo como a ateos de antes, que a los hijos les ponían nombres que no fueran de santos: Epaminondas o Atahona. La iglesia católica está en otra, en su propia destrucción así que pedirle que se oponga a los masones o al aborto es esperar piedras del olmo. Queda volver a la tradición para enfrentar tanta ignominia. Pero, ¿serán tan fuertes como para resistir los cantos del mundo? Habrá que ver. Mientras, oremos, hermanos.
ResponderEliminarLa conciencia prueba que existe un Dios que sujeta al hombre y lo dirige por la ley natural; porque el hombre nunca puede ahogar completamente la voz de su conciencia, lo que prueba que tiene sobre sí un juez a quien no puede recusar.
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