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Antonio Gramsci |
“Conquistemos el mundo de las ideas, para que lleguen a ser las ideas
del mundo”
Antonio Gramsci.
Luego de la caída del muro de
Berlín, el marxismo a nivel mundial cambió su estrategia para hacerse con el
poder. Cambió el asalto por el asedio,
como dijo una vez Lenín en las postrimerías de su vida. La conquista del poder
político y la transformación del sistema económico ya no es su primer objetivo,
sino la conquista de la sociedad civil, considerado este un paso ineludible, si
se desea concretar el proceso hacia una sociedad socialista. Es decir, de lo
que se trata ahora es de copar la superestructura de la sociedad antes que la estructura
misma.
En este cambio de estrategia juega un rol protagónico el pensamiento
planteado hace casi un siglo por el comunista italiano Antonio Gramsci, que
dejaría numerosas consignas marxistas aún en boga entre los cuadros
intelectuales de la izquierda, como las siguientes:
“Toda revolución está precedida por un intenso trabajo de crítica, de
penetración cultural, de permeación de ideas”
“Hay que apuntar a los medios de comunicación y educación, vitales para
el control de los centros de difusión de ideas, universidades, colegios,
prensa, radio, etc.”
“Habrá
que hacer una agresión molecular, librar la batalla tanto en el campo de las
ideas religiosas, como en las filosóficas, científicas y artísticas.”
En efecto, podemos ver con gran
facilidad que en el espacio de 30 años desde el colapso del régimen soviético
hasta 2020, el marxismo se ha abocado casi totalmente a la introducción en la
sociedad de nociones conceptuales que le allanan el camino (relativismo moral y
religioso, materialismo, nominalismo, existencialismo, inmanentismo), estas
ideas se han introducido con gran velocidad en las universidades –proceso
iniciado ya en la guerra fría-, profesorados, etc, y en los medios masivos de
comunicación (TV., radio, etc.) Todo conforme al pensamiento de Gramsci, al
punto tal de haber copado casi en su totalidad el mundo de la cultura y la educación.
El gramscismo se ha valido en esto
de su arma principal, la dialéctica, la “filosofía de la praxis” –así le decía
Gramsci al marxismo- y ha visto en el ámbito de la cultura un campo fértil para
el uso de slogans y simbología que facilita la inducción de su pensamiento,
como bien lo ha señalado el R.P. Julio Meinvielle en su monumental obra “El
Comunismo en la Revolución Anticristiana”: “La
dialéctica comunista, traída por Marx, proviene en realidad de Hegel, quien
busca en todas las cosas las contradicciones, oposición, lucha… Los comunistas
la aplican a la sociedad, dividiendo a través de la religión, política, raza,
intereses económicos, sociales, etc.
Hay que hacer hincapié en esto. El
comunismo atrae a su esfera de influencia a los no comunistas a través de
disyuntivas tramposas en las que los no comunistas deben tomar partido
haciéndoles el juego. Así se plantea, por ejemplo, la disyuntiva “imperialismo
o antiimperialismo”, reservándose como propio el comunismo el bando
antiimperialista, así de esa manera dirige o coacciona las fuerzas
antiimperialistas de un país, incluso a los que no quieren ser comunistas.
De esa manera funciona la
dialéctica; la población, informada mucho o poco, sin ser consciente, entra en
el juego dialéctico a través de diferentes polarizaciones. Hay que recordar que
esto no es nuevo, pues Meinvielle lo explicaba brillantemente en la década de
los 60. Aunque en aquellas épocas, al carecer el marxismo de un control de la sociedad
civil sólido, la mayor parte de la población seguía resistiéndose a sus ideas
subversivas, ateas y materialistas. Es por eso que cambio su estrategia.
En nuestra patria el marxismo,
derrotado en su aventura armada, recién tendría su expansión vertiginosa con el
retorno del sistema partidocrático en 1983 y gracias al apoyo de un gobierno
progresista y filocomunista como el de Raúl Alfonsín.
Aprovechando el clima antimilitar y
el desprestigio de la jerarquía católica (acusada de apoyar al Proceso militar)
los marxistas gramscianos lograron posicionarse entre los círculos
intelectuales, desplazando a los liberales y conservadores, por medio de la
dialéctica, es decir presentándose como la única alternativa frente al
liberalismo y al capitalismo salvaje.
Hoy han profundizado su predominio
en la cultura, y han ampliado sus engaños dialecticos con el feminismo y la
ideología de género. Así a la lucha contra la burguesía explotadora y el
imperialismo, le han sumado la lucha contra el sistema heteropatriarcal
opresor, y contra su sostén: la Iglesia católica.
Obviamente que para emprender esta
larga y soberbia campaña de colonización cultural, el marxismo ha debido y
reciclar a sus cuadros guerrilleros de los años setenta; transformados
instantáneamente, como si fuesen robots, de aguerridos terroristas a intelectuales,
periodistas, escritores y políticos, como Alfredo Leuco, Horacio Verbitsky entre otros; y ocultar el
pasado violento de los que ya no están como Rodolfo Walsh, presentado hoy por
la historia oficial, como un pobre escritor y periodista inocente.
Sin embargo, a pesar de todo el
lavado de cerebro que desde hace décadas viene realizando el gramscismo,
todavía quedan algunas personas de mayor edad y algunos estudiosos honestos que no se dejan engañar
por esta estrategia de camuflaje político. Esta gente es muy valiosa para una
tarea de restaurar la verdad.
Pero he aquí otro punto clave de la
estrategia del progresismo marxista: con mucha astucia ha sabido hacerse de la juventud, y adoctrinarla con su
cosmovisión y su mirada hemipléjica de nuestro pasado.
Cabe aclarar que si bien el
marxismo cambio su estrategia y su juego dialéctico su doctrina sigue intacta;
logrando que sus conceptos esenciales –el inmanentismo y el materialismo ateo-
sean aceptados hasta por los propios capitalistas liberales.
Por otra parte, si bien Gramsci
corrige a Marx en cuanto a los pasos a seguir para llegar a una sociedad
comunista, sin embargo, esta aparente disidencia no ha impedido considerar a
Gramsci como un integrante de la ortodoxia marxista, total ¿Qué es la ortodoxia
en un movimiento de carácter nominalista?. No cabe duda de que los puntos de
Marx en su gran ley dialéctica de la historia no se han cumplido nunca en el
orden presupuesto, evidenciando su falta de carácter científico, y mostrando que
Marx llega a dicha conclusión más por ideología, que por algún rigor científico.
En cambio Gramsci si bien profundiza sus concepciones bajo las mismas pautas, lo
hace con más realismo y astucia.
Recordemos –para no hablar en el aire- algunos
puntos de la ley dialéctica marxista, para corroborar su carácter a todas luces
utópico:
a. El
capitalismo produce una polarización de
la sociedad, generando así que en el polo burgués opresor haya acumulación
de riqueza –en constante aumento- y en el polo obrero oprimido haya acumulación
de miseria –en constante aumento y cada vez más sometidos por el sistema-.
b. parejo al
aumento de necesidades, aumenta la conciencia social del obrero –ayudado en parte, por un grupo de
intelectuales- y empieza a organizarse para gran revolución socialista.
c. el régimen
capitalista involuntariamente multiplica a los obreros y los aglomera en grandes urbes, donde estos se organizan mejor que
antes y aumentan el número de socialistas.
d. a medida
que el capitalismo favorece los monopolios y la concentración de riquezas, se
produce un mayor resentimiento entre las masas, que comienzan a expropiar sistemáticamente los medios de
producción de los grandes capitalistas, anunciando el fin del sistema de
propiedad privada capitalista.
e. Sucede el
golpe de Estado –una férrea dictadura
del proletariado dice Marx, para matizar un poco la violencia del mismo-
que toma el control total de la producción y aplican la consigna “a cada cual
según su trabajo”.
f.
cuando haya desaparecido la sumisión esclavizante de
la división del trabajo, correrán a
chorros llenos los manantiales de la riqueza colectiva, y entonces el trabajo
será la primera necesidad vital y la fuente de la riqueza colectiva.
¿Hace falta explicar que estos puntos, por muy
bonitos que suenen, no se han cumplido jamás, ni en el colosal Estado
Soviético?
Es por ello que sin alejarse de la
ortodoxia -¿Cuál?- Gramsci propone el
evitar ir al choque directo con la clase dirigente, considerando que es más
conveniente –y ayudaría a convencer más rápido a las masas sobre la legitimidad
del movimiento- que los cuadros intelectuales se infiltren en el sistema y sean
estos los que hagan colapsar el sistema capitalista desde dentro, como un
cáncer. Es decir, hacerse con los métodos de control social –la superestructura- infiltrarse en la
docencia, universidades, iglesias, comunidad literaria, científica, deportiva,
etc.; antes de hacerse con el método de
coerción político –estructura- (Ejército, gobierno, leyes). He aquí la razón
por la cual el marxismo, después de haber presenciado el colapso de la unión
soviética, sigue vigoroso y ensanchando sus filas en todo occidente; poseyendo gran
parte de la superestructura de los
distintos países en donde llega.
Si antes el marxismo infectaba a
algunos de los miembros del cuerpo social (a los obreros o campesinos por
ejemplo), hoy va directo a la cabeza,
a los que supuestamente piensan, y su infección produce un malestar que
dificulta la coordinación de los movimientos del cuerpo y su paulatina
degradación en todo sentido.
¿En qué momento específico ha comenzado el
marxismo la lucha intelectual en los centros de instrucción? Julio Meinvielle nos dice explícitamente: “Esta tarea, en efecto, de penetrar en este
campo la empezó, de manera sistemática y organizada, el comunismo allá en 1949.
Rodolfo Puiggrós, Abelardo Ramos, Eduardo B. Astesano, tuvieron a cargo esta
misión”. Otros historiadores del revisionismo señalan como punto de partida
1918, con la reforma universitaria misma. El hecho es que el proceso de
marxistización de los centros intelectuales del país hoy es casi total y constituye
el núcleo de poder del progresismo marxista en Argentina.
Ahora bien ¿Qué corresponde hacer ante
un escenario en que el marxismo ya no crea focos guerrilleros en los montes ni
nos amenaza con ojivas nucleares, sino que está en las cátedras, en los medios,
en los monumentos públicos, y en las salas de honor y prestigio de nuestros
núcleos de profesionales e intelectuales que, voluntaria o involuntariamente,
contribuyen a su proliferación?
La respuesta es sencilla, aunque su
puesta en práctica no es nada fácil pues el enemigo es una impresionante hidra
de cien cabezas. Por lógica no nos queda otra que plantear la resistencia en el
mismo ámbito de la cultura (sin descuidarnos por supuesto de conformar
organizaciones militantes que puedan actuar eventualmente en la arena politica).
Al fuego habrá que oponerle fuego. Para ello cada nacionalista deberá ocuparse
con ahínco en adquirir una sólida formación doctrinal y una amplia cultura
general, profundizando según sus gustos personales los estudios filosóficos,
históricos, económicos, literarios, etc.
Pero no basta con resistir
individualmente el embate del marxismo gramsciano y del progresismo, tenemos
que resistir organizados, formar centros de estudios, ateneos culturales,
dictar charlas, encarar emprendimientos editoriales, etc.; es decir no solo
resistir sino contraatacar.
Para ello será necesario una
juventud dispuesta a dar la batalla precisamente en el campo del enemigo: en los
centros de adoctrinamiento, estamos hablando de las universidades, los
institutos, los profesorados. Hay que
recuperar y rescatar a nuestros jóvenes de esas usinas de difusión del
marxismo. El enemigo de Dios y de la Patria pisó irrespetuosamente esta tierra
de hidalgos y de gauchos, pisó esta tierra de héroes, no podemos permitirle que
siga haciéndolo. Hay que hacerle todo difícil; lo único que podrá tener fácil
será su retirada. Recordemos lo que dijo el coronel Seineldin: mientras haya un argentino que se resista a
ser conquistado, la patria vive.
Que Dios Nuestro Señor y la
Santísima Vírgen María nos protejan en esta lucha para salvar a la Patria y
para que se haga realidad el lema: Omnia
instaurare in Christo.
Franco Abregu